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©Sportí – Salud mental y adicciones
El mindfulness puede definirse como una práctica que implica prestar atención al momento presente, de manera intencional y consciente, sin juzgar, intentar transformar o identificarse con los propios pensamientos, opiniones, emociones o sensaciones físicas que puedan emerger, menos aún a la experiencia de vida que atraviesa al sujeto en ese momento concreto. Se basa en tradiciones contemplativas orientales, especialmente del budismo, y se ha adaptado en contextos terapéuticos occidentales, en tanto se reconoce la eficacia de una práctica regular:
De manera que las personas puedan ser más conscientes de sus reacciones impulsivas o patrones inconscientes, y así responder de manera más analítica, reflexiva y responsable (consigo mismo y con los otros), aspectos clave en el tratamiento de la adicción.
De forma concreta, la Prevención de Recaídas Basada en Mindfulness, desarrollada por Bowen et al. (2011), es una intervención terapéutica que combina técnicas de mindfulness con estrategias tradicionales de prevención de recaídas; en ese sentido, se incluyen prácticas formales de meditación y ejercicios para integrar la atención plena en la vida diaria.
Desde esta perspectiva, se entiende que las recaídas no hacen referencia solamente al retorno del consumo de cierta sustancia, sino al resultado de patrones (emocionales, cognitivos, conductuales, relacionales) que llevan a las personas a tomar decisiones impulsivas que no resultan coherentes con sus valores y sus propósitos.
Así, el mindfulness se ha integrado al tratamiento de las adicciones en la medida que ofrece una forma de reconocer tales patrones, al observarlos sin tener que reaccionar ante ellos, promoviendo también el aprendizaje y despliegue de herramientas que resulten útiles para el manejo de factores de riesgo desencadenantes de recaídas, los cuales pueden ser:
En suma, al cultivar mayor consciencia y reflexión, es posible identificar las señales y factores de riesgo para abordarlos de manera diferente.
Evaluaron el uso de mindfulness para la prevención de recaídas en personas con trastornos por uso de sustancias. Sus hallazgos mostraron:
En un análisis de 13 estudios con 685 participantes, se encontró que el mindfulness:
Otro estudio piloto evaluó la incorporación de mindfulness al tratamiento estándar para dejar de fumar:
Con base en lo anterior, es posible afirmar que el mindfulness funciona en la prevención de recaídas al ofrecer a las personas herramientas para enfrentar de manera consciente y reflexiva los desafíos emocionales y conductuales asociados con la adicción.
En primer lugar, ayuda a reconocer los desencadenantes, aquellas situaciones, pensamientos o emociones que suelen aumentar el deseo de consumir una sustancia; esta conciencia permite anticipar y gestionar mejor los riesgos.
Además, el mindfulness enseña a aceptar las emociones difíciles sin evitarlas ni reprimirlas, promoviendo una relación más saludable con la experiencia emocional; reduciendo la necesidad de recurrir a sustancias como vía de escape.
Al mismo tiempo, el mindfulness interrumpe el ciclo automático de reacción impulsiva frente al deseo de consumo, generando un espacio entre el impulso y la acción, lo que facilita una respuesta más consciente y deliberada, contribuyendo a la reducción del craving, pues aumentar la conciencia sobre los deseos de consumir, las personas adquieren una mayor capacidad para gestionarlos de forma consciente y evitar recaídas impulsivas.
Finalmente, al cultivar una mayor conciencia emocional, las personas mejoran su capacidad de autorregulación, lo que disminuye significativamente la probabilidad de recaídas.
Es importante señalar que su eficacia está estrechamente vinculada a la utilización de otros enfoques terapéuticos, siendo parte integral -pero no única- del tratamiento de la adicción, a la vez que debe responder a la singularidad de cada persona, para lograr integrar su práctica de manera efectiva en las actividades cotidianas, en la medida que su uso regular es clave para poder obtener los efectos esperados, los cuales se incrementan con el tiempo y la constancia.
Ahora bien, esta práctica no solo ha reportado beneficios en el tratamiento de prevención de recaídas sino también en la salud mental, en la medida que ha demostrado ser eficaz en la reducción de síntomas de ansiedad y depresión, condiciones que con frecuencia coexisten con los trastornos por uso de sustancias. Finalmente, al promover una mejor regulación emocional y una respuesta más adaptativa al estrés, el mindfulness contribuye al aumento de la calidad de vida, permitiendo a las personas experimentar un mayor bienestar general y una vida más equilibrada.
Integrar mindfulness en la vida diaria puede ser sencillo mediante:
Meditación de atención plena:
Dedicar unos minutos al día a concentrarse en la respiración y observar pensamientos y emociones sin juzgar.
Escaneo corporal:
Dirigir la atención gradualmente a las distintas partes del cuerpo, reconociendo las sensaciones físicas.
Mindfulness en actividades cotidianas:
Practicar la plena atención al comer, caminar, lavar los platos, etc., evitando distracciones.
La clave es la regularidad: cuanto más se practique, mayores serán los beneficios.
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